Nueve y veintiocho de la mañana, decimosegundo piso del edificio de propuestas de marketing empresariales. La sala esta compuesta por una gran mesa llena de inversionistas y un comité creativo vario, listo y dispuesto a escuchar la idea y propuesta innovadora del personaje en cuestión. Un telón con un apoyo en Power Point y la típica gran ventana que da la metrópolis, allá en el nuevo mundo.
Entra el personaje, con terno y corbata, como suele ser en este tipo de ocasiones, más allá de que le guste o no el atuendo, debe impresionar, impregnar confianza y credibilidad, lucir intachable y presentarse como un amigo, de tal manera que todo salga en orden y la idea nazca con sabor, con alegría y con llegada, punto clave en esta clase de situaciones.
Luego de presentarse y de tomar el control, ya que hoy por hoy todo es digital, toma un vaso con agua, de esos que son pantalla en realidad, ya que nadie los bebe, solo un gesto más de relajo. Saluda a los anfitriones y comienza su propuesta.
La idea es simple, trata de la historia de sincronizaciones de esas que la vida regala; de ese juego de puzzles y acertijos que van uniendo vidas sin que nos demos cuenta. La primera escena es lucir un parque, de esos que todos tenemos guardados en la mente, con juegos infantiles, jóvenes solteros que salen y sacan a pasear sus mascotas y una combinación de verdes que le da el toque de verano al asunto. Una pareja, con unos cuantos años de matrimonio en su vida sacan a pasear y a recrear a su hijo. El infante corre a los juegos, donde obviamente las reglas cambian; él se pierde y se junta a otros de su raza, como por inercia. La pareja queda sentada en una de esas bancas tradicionales que bordean el parque. Cuatro niños corren tras un balón que parece globo, dos más se ven subiendo y bajando de uno de esos juegos llenos de tubos y figuras extrañas que solo su creador y un estudio previo sabrían describir. El hijo, por su parte, se hipnotiza de alguna peculiar muestra de amistad entre dos palomas que comparten su alimento sin importarles nada. A lo lejos, llega otra pareja, dos hijas y un perro. Una de las niñas se suma al seguir la pelota que no para de rebotar, pero la otra hermana, queda impresionada, sin asumirlo, de aquel niñito que ya ha dejado de ver palomas y que camina sin sentido por todos lados. Este sería el primer momento clave: ambos se ven y se sonríen, no hay más explicación que una atracción de edades, en función de la diversión infantil. Una linda tarde en el parque.
Los años pasan y las vidas cambian. Por motivos que sinceramente no me interesa indagar, una de las familias termina viviendo y formando su vida, a regiones de distancia de aquella tarde. El niñito crece y aprende. Han pasado los años y sueña con ser astronauta, ya no cree en el Viejo Pascuero, pero sigue sintiendo que los sueños se pueden alcanzar. Estudia como niño normal y va adquiriendo las típicas costumbres de niño/joven en pubertad. El tiempo avanza y los gustos también.
El niño ya es un joven y por esas casualidades lo invitan, familiares de él, a pasar un verano en la ciudad. Estando allá, es invitado a un Mall. Supongamos que es un día sábado y que cientos de personas también han decidido ir a pasar el rato a ese mismo lugar. Entre compras y compras él se topa con gente sin darse cuenta. Imagínense aquí el segundo momento clave: él hablaba a su derecha con no sé quien, y sin darse cuenta le bota las bolsas a una pareja de señores que iban en sentido contrario. Era una pareja de edad avanzada y una hija que, sin presenciar la escena miraba aquella tienda de música que tenía el nuevo CD de promoción radial. Él joven pide sus respectivas disculpas y sigue su camino.
Los años han pasado. Unas cuantas historias amorosas trae él con sus pasos, unas cuantas victorias y unas tantas guías en su mochila que debe terminar antes de que termine la semana. Él ya va en cuarto año de algún tipo de ingeniería y sus actos ya no son los de antes. Él busca algo en esta vida y quiere conseguirlo. Ahora solo se impresiona con palomas industriales que se pelean su alimento a costa de un mundo que avanza a toda maquina.
Uno de esos días, se le presenta una junta de amigos, pongámosle una de aquellas juntas de curso, reuniones de generación, por llamarles de cierta forma. Aquella noche y sin tenerlo meditado desde antes, se presenta el tercer y quizás último momento clave: entre amigos y compañeros, entre cambios de estilo de algunos y físicos de otros, él se siente a gusto. Hay más gente de lo esperado, ya que algunos han llevado amigos y se ha creado una junta un poco más grande de lo que imaginaba. La cosa es que pasa lo siguiente, ahí esta él y ahí esta ella; que sin importar mucho su historia paralela se ha visto invitada al mismo lugar. Las cosas han cambiado. No hay recuerdos de aquella tarde en la plaza ni de haber topado con su padres aquel sábado, años atrás. Las cosas han cambiado, ahora ellos tienen el poder de ver lo quieren ver y de sentir lo que la vida les ha hecho poder sentir. Se ven y el flechazo es espontáneo. Entre chistes y frases de momento, se ven conversando de algún tema que no tiene mayor importancia, pero que los hace sentir tan unidos, tan felices, tan… tan el uno para el otro.
Los meses ya han pasado ya. La junta terminó aquella noche y cada uno para su casa. Él se durmió feliz, sabiendo que un nuevo número de celular, le estaba cambiando sus hábitos.
Luego de pasar por el proceso de invitaciones a comer y de aprender de sus detalles, el primer beso se dio a la luz. Ellos ya son pareja y hoy se les ve caminado de la mano por alguna plaza, no como era antes, sino como su presente en función de un pasado sincronizado lo ha presentado.