Esta tarde logré enfocar en un discurso todo ese desorden que abarca mi vida en estos días. De fondo había un tango en vivo, los gringos se sentaron en la mesa vecina y, conociendo mi humor, era obvio que se reflejaría en juego de miradas. A lo lejos, comenzaba la segunda semifinal del fútbol sudamericano y, sin mentirle, como diría mi compadre lanza internacional, el discurso se dejo llevar con el aroma de los deliciosos cafés que estaban en nuestra mesa.
Descubrí mi persona entre grandes fluidos de ideas, de esas que claramente son agrupables, creando dos grandes potencias a punto de estrellarse. Primero, y aprovechándome de la situación que voy viviendo estos días, está el sentirse un poco presionado, el saber que las cosas no están saliendo como quisiera y que más de una perdida pasada, regresaba en son de un apabullamiento momentáneo. Es cuando la banda sonora descansa, cuando una estupida soledad se apodera de mis pensamientos, entume mis manos y nubla mi visión. Rostros familiares aparecen como fantasmas en la noche, tratando de crear un miedo a un no sé qué, que a veces logra su objetivo.
Por otro lado, la gloria. No podría llamarle de otra manera a todo aquello que tengo: desde un recuerdo, hasta la sonrisa de uno de mis mejores amigos. Desde un silencio que ilumina de felicidad, hasta un abrazo creado por Dios. Son más de una mañana de esas que despiertas sabiendo que tienes la riqueza más grande que podrías tener. Son más de una noche donde sabes que tendrás un hermoso dormir. La calidez de una filosofía. La confianza en la mano amiga. El camino indicado con triunfos y un pasado, que es presente, vestido de futuro.
Descubrí que tenía el poder de cancelar el juicio, de armarme de dudas y sentir el valor que lleva el querer ordenar las cosas. El sol saldrá y calentará mis tierras como nunca antes lo ha hecho. Sé que en eso creo y que por eso sigo batallando.
La vida te presenta situaciones, pienso. El sentir el poder de querer estar en este juego, no se mide en palabras. Las acciones han hablado por nosotros. Quizás hay momentos tan difíciles como estos y reacciones que no sabríamos esperar, pero que ahí están, atentas a tu respuesta, a la forma en que sabrás tomar tu espada y colocar la estocada.
Sé que queda mucho camino. Sé que todo esto pasará, que los frutos crecerán y que la gloria triunfará. En eso creo.
Un día, un hombre que admiro con mi alma me regaló una de las mejores frases que podría decir: Dios no juega a los dados, sin excepciones.
Descubrí mi persona entre grandes fluidos de ideas, de esas que claramente son agrupables, creando dos grandes potencias a punto de estrellarse. Primero, y aprovechándome de la situación que voy viviendo estos días, está el sentirse un poco presionado, el saber que las cosas no están saliendo como quisiera y que más de una perdida pasada, regresaba en son de un apabullamiento momentáneo. Es cuando la banda sonora descansa, cuando una estupida soledad se apodera de mis pensamientos, entume mis manos y nubla mi visión. Rostros familiares aparecen como fantasmas en la noche, tratando de crear un miedo a un no sé qué, que a veces logra su objetivo.
Por otro lado, la gloria. No podría llamarle de otra manera a todo aquello que tengo: desde un recuerdo, hasta la sonrisa de uno de mis mejores amigos. Desde un silencio que ilumina de felicidad, hasta un abrazo creado por Dios. Son más de una mañana de esas que despiertas sabiendo que tienes la riqueza más grande que podrías tener. Son más de una noche donde sabes que tendrás un hermoso dormir. La calidez de una filosofía. La confianza en la mano amiga. El camino indicado con triunfos y un pasado, que es presente, vestido de futuro.
Descubrí que tenía el poder de cancelar el juicio, de armarme de dudas y sentir el valor que lleva el querer ordenar las cosas. El sol saldrá y calentará mis tierras como nunca antes lo ha hecho. Sé que en eso creo y que por eso sigo batallando.
La vida te presenta situaciones, pienso. El sentir el poder de querer estar en este juego, no se mide en palabras. Las acciones han hablado por nosotros. Quizás hay momentos tan difíciles como estos y reacciones que no sabríamos esperar, pero que ahí están, atentas a tu respuesta, a la forma en que sabrás tomar tu espada y colocar la estocada.
Sé que queda mucho camino. Sé que todo esto pasará, que los frutos crecerán y que la gloria triunfará. En eso creo.
Un día, un hombre que admiro con mi alma me regaló una de las mejores frases que podría decir: Dios no juega a los dados, sin excepciones.